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Bronca

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  Los 42 Km del camino de regreso a casa transcurrieron en un profundo e insostenible silencio, Andre entendía a la perfección el profundo y pesado agujero de angustia que sentía en mi interior, y de este modo me permitía transitarlo en soledad evitando romper en lágrimas, lo que hubiera sido verdaderamente auténtico y sincero. La noche se había estirado lo más posible, pero ya empezaba a desarmarse, y con paso acelerado te vi pasar hasta la heladera en busca de la última cerveza. Sentado en la parte más alejada de la larga mesa, buscando un momento de soledad, aferrado con fuerza a la lata que imaginabas soldada a la mesa como si quisieras quedarte allí para siempre, para no desprenderte de los que hoy somos tu mundo, tu familia, tus amigos, tus amores, pero sabías que eso era un imposible que no rompería tus sueños de nómade en busca de un mundo mejor. Una sonrisa dura, contrastaba con la mirada perdida tras unos ojos vidriosos y achinados, se notaba claramente en tu gesto, el inme

El Viejo Videla

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El Viejo Videla . así le decían a mi abuelo, aunque en realidad se llamaba Guadalupe Alejandro Videla, un nombre que se puso a sí mismo al igual que su fecha de nacimiento, ya que donde nació no había obligación de registrar a las personas ni oficina dónde hacerlo. Su extraño origen, proviene en parte de la historia de nuestra Argentina, él era hijo de uno de los caciques pampas, Catriel, un aborigen del sur de la actual Pcia. de Buenos Aires. Su madre, una cautiva española de la que nunca supe su nombre, le dio veintitrés hermanos, al menos esos fueron los que sobrevivieron, de los cuales no conocí a ninguno, solo supe de una hermana que vivía en Neuquén a la que él visitaba cada año. Nunca tuvo ni necesitó dinero para vivir, sabía cómo sobrevivir al día a día, por ejemplo, para visitar a su hermana en la lejana provincia del sur, sacaba un pasaje en tren hasta donde pudiera llegar con las monedas que llevaba en el bolsillo, durante el viaje, tocaba su acordeón para el pasaj

Solo algunas noches

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Solo algunas noches, cuando el nuevo día tiene apenas dos o tres horas, suelo preparar un mate, sentarme frente a los teclados y dejarme ir por la ventana que da al jardín de esta casa, que no es mi casa. Afuera, la ciudad desgarra todos sus silencios, y mi mirada se freeza en el verde intenso. Suena bastante lógico entonces preguntarme acerca del día que se fue, de lo que supongo será mañana, pero la curiosidad se me escapa de las manos y viaja bien lejos al pasado, y vuelvo a revisar mi tiempo como quien mira por la ventana de un tren de alta velocidad, entonces, escenas cotidianas vuelven a representarse ante mis ojos como estáticos escenarios, y nuevamente vuelvo a poner todo el teatro en la balanza que divide el ayer del presente, y es entonces que me dejo ir, cierro los ojos, respiro profundo, y me invade esa hermosa sensación de sentirme bien conmigo mismo. Pocos días atrás, parado sobre el tensor del ala de un avión a tres mil metros de altura, a punto de saltar en para

Romeo y el balcón

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Cuantas historias comienzan con un: "Fue amor a primera vista". Esta historia comienza del mismo modo. Nos conocimos hace algunos años, yo venía de dar muchas vueltas por la vida y ella era nueva en esto de tener un hombre dentro, esa diferencia de experiencias nunca fue una traba para nosotros, y con la primera mirada supe que era para mi. Nos fuimos a vivir juntos a pocos días de conocernos, y juntos también, comenzamos una nueva etapa en nuestras vidas. La amé desde el primer minuto, éramos el uno para el otro, y aunque suene burdo, así fue. La mimé, la cuidé, la iluminé con la misma intensidad cada minuto de cada día que compartimos. La llené de secretos, de afectos y de amor, y a nosotros vinieron mis hijos, mis amigos y todos se alegraron de nuestra unión. Compartimos intensas horas de intensos días de trabajo, fue mi fuente de inspiración en cada tarea que emprendí. Me cobijé  en ella en los malos tiempos, pero también compartimos las risas y los vinos de los buenos t

Universos paralelos

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Me parece estúpidamente loco y hermoso levantarme a las tres de la mañana a escribir este absurdo, pero sinceramente creo en lo perfecto de la imperfección, en que lo único lógico más allá de las matemáticas que puedo encontrar en mi vida, es lo imprevisible, lo impredecible, lo inesperado, todo aquello que de una u otra forma, nos ocurre sin que podamos manipular, aquello que aún presintiendo que nos va a ocurrir, no podemos evitar, porque al intentar salirnos de lo que presentimos va a suceder, inevitablemente nos lleva a otro impredecible momento.  Recuerdo una historia que ocurrió hace muchos años atrás, era un fin de semana en el que deseaba hacer algo con Mauro, (mi hijo menor), que nos sacara a ambos del letargo de aquel verano, así que invitamos a algunos de sus amigos y con el permiso de sus padres, los llevé a Mundo Marino. Por aquellos tiempos andaba en una combi Volkswagen que rápidamente se llenó de risas infantiles en la parte trasera, y que junto a la música que no

Jesús Verdugo

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El móvil vibró en el bolsillo de mi saco, lo puse en manos libres y atendí la llamada. Eran aproximadamente las 20:30 hs de no recuerdo que día de la semana ni de qué mes del año 2003, la noche estaba algo fresca, nos reíamos en medio de una charla trivial con Milena, mi compañera colombiana de muchos shows con quien habíamos conformado un dúo bastante exitoso cantando covers latinos para un público casi exclusivamente sajón que amaba este estilo de música. El Renault 5 casi se manejaba solo por la Autovía Mediterránea que corre paralela a la Autopista del Sol entre Marbella y Fuengirola, donde teníamos un contrato para trabajar aquella noche. La llamada provenía del banco donde tenía mi cuenta de ahorros, y aunque extrañaba mucho la hora de la misma, igualmente escuché a la promotora que me ofrecía un seguro de salud, solo le pedí que me llamara una hora más tarde porque en ese momento estaba conduciendo. Transcurrido ese tiempo, volvió a sonar el teléfono mientras armaba mi set en

Orillas del Elba

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Era una antigua ciudad construida en la ladera de una montaña en medio de un bosque de altos árboles, sus calles marcaban permanentes subidas y bajadas. A uno de sus lados corría un pequeño río, el monte había sido respetado sin dudas, porque la arboleda era profunda e intensa. El clima de montaña, frío y húmedo reinaba casi todo el año, poco, realmente muy poco sol, le daba un aire de pueblo checo como los que se ven viajando en tren de Berlín a Praga, bordeando el rio Elba. Las casas eran antiguas, mohosas pero cuidadas, las había señoriales con parques al frente, bordeadas por un paredón bajo con rejas, y las había más pobres, la mayoría con una altísima puerta de madera de dos hojas por la que desde la calle se accedía a un largo pasillo, y pequeñas puertas laterales que daban a modestas viviendas en forma de departamentos de propiedad horizontal. Por alguna razón que desconozco, me veía perseguido por un ejército que intentaba capturarme, y del que huía permanentemente. Mi g